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¿Y dónde está el proletariado?

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Por Antonio Pabón

Todas las  “revoluciones” sucedidas hasta hoy ─socialismo real, las democracias populares, las culturales, las progresistas latinoamericanas, las del “socialismo revolucionario”, las liberales socialdemócratas, etc.─, si bien han recibido la admiración de las masas por el deseo de cambiar lo configurado por el régimen de clases sociales, son apenas, el resultado de meras bagatelas, de toda la retórica lanzada, de la sofistería, cuyo elemento secreto estriba en la  revolución proletaria de la que han hecho contención como teoría y práctica del marxismo-leninismo los enemigos del proletariado y de la revolución comunista. Los revolucionarios no la promueven como lo esencial, la almendra del proceso de desarrollo económico-social. La soslayan. Rehúsan tener al proletariado como agente de las reales transformaciones sociales por lo que en la práctica no fungen como revolucionarios: por ejemplo, Raúl Castro en calidad de dirigente se refiere a “la revolución de los humildes”, como toda abstracción en donde bajo este concepto se mimetiza grandes y pequeños burgueses y todo el séquito eclesiástico.

   El ateísmo que puede desplegar toda una formación nueva ideológica y dialéctico-revolucionaria menos tiene cabida o ni se menciona ─extrema y exagerada consideración a Socrates, Platón, Aristóteles, Agustin de Hipona, Tomás de Aquino, Berkeley  y Hegel, al ideallismo─ en tales “revoluciones” como la “bolivariana o del siglo XXI”, la “sandinista”, la “ciudadana”, y tantos otros rótulos o estereotipos puestos a esos tipos de “revolución”.

Las “revoluciones” precedentes han hecho resurgir, retoñar de nuevo el proletarismo y ese fruto nuevo lo proporciona otra vez las del presente porque no se vislumbra que el proletariado asuma en pleno el poder político e inicie desde allí la transformación económico-social.

   Suplantar en la tarea al proletariado es una quimera o hacerse pasar por trabajadores productivos en el poder función capturada por la pequeña burguesía, conlleva a repartir en voz baja a las masas proletarias y trabajadoras los mendrugos, el bodrio, como caridad pública de espíritu cristiano-filantrópico, para que asiente en la sociedad la conformidad y la resignación generales.

   Silenciar la teoría del proletariado, al proletariado mismo y su significación histórico-revolucionario en la transformación social es amputar el movimiento revolucionario, la ciencia económica y la revolución liberadora de las cadenas de la opresión y la explotación. Se da cuando los procesos se sustraen de la correcta dirección política e ideológica y se guían por la sola heroicidad historicista patriota, haciendo inviable, invalidando, imposibilitando el ascenso del proletariado al poder.

    Preguntémonos qué ha forjado todo el acontecer “revolucionario” como tránsito al poder  y al desarrollo de la sociedad comunista desde la acción directa del proletariado cuando muy pocos hacen alusión a él y la lucha no tiene un direccionamiento a su liberación económico-social ni se ha instaurado en firme ninguna revolución proletaria como la cubana por ejemplo que destella como “combatientes” pero que no centra su atención en el proletariado cuyo futuro es el presente real de hoy -más bien en el pueblo-.

   Le corresponde al proletariado por propia característica económica ─no puede andar oculto─ pasar de ser determinado y percibido cuan fantasma productor de bienes materiales a ser un actor político en la vida real económico-social para desplazar derrocando al proletarismo y tomando el poder político del Estado burgués proletarista.

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