top of page

¿SE POSARA LA PALOMA O SE DESCANSARA EN PAZ?

 

 

Los colombianos vienen haciendo  votos de paz cuando desde el gobierno se emplea esta como estrategia para atenuar la intensidad que va tomando el conflicto interno en que están empeñados el Estado y los insurgentes. Surgen iniciativas diversas y se crea una vasta red de partidarios y opositores furibundos. Ahora se muestra a rajatabla la indulgencia del presidente y echan entonces a terciar los medios en pro o en contra. Loas y anatemas se ponen en boga hasta volverse la moda y a la que la población termina sacándole el quite, arrastrando sus muertos y paliado todo tipo de damnificados. La ultraderecha no cede un ápice a las fuerzas del progreso y se enquista en el pasado feudal, en la sacrosanta razón conservadora cuando poseían privadamente las mentes incautas. Para ellos la violencia reaccionaria es la orden proferida desde el Estado ejercida contra las masas urbanas y campesinas.

 

Grandes masas oprimidas por milenios sintieron el azote de la explotación cruda y cruel, la vejación, el tormento, la tortura, el sacrificio, la muerte sin hallar la más leve consideración humana y sin nunca, por la miseria y el hambre, tener momentos de paz, de alivio a sus penurias y congoja. Por ello la paz para el pleno disfrute de todos los bienes materiales que produce el hoy proletariado científico no la puede proveer una situación social en que persista una dinámica orientada por la existencia de clases sociales antagónicas.

 

En todo este tiempo manifestaciones de hombres y mujeres expusieron la esperanza de vivir en paz buscándola en los discursos de proclamados adalides de sectores proletarios y campesinos, en las aguas turbias de la democracia burguesa, en las luchas y movilizaciones populares, en las reivindicaciones sociales y políticas, en proyectos utópicos sin lograr arraigar en la conciencia social la teoría marxista del desarrollo, la solución comunista  mofándose así las clases dominantes de las aspiraciones y necesidades del pueblo. Hizo falta proclamar abiertamente al mundo la manifestación explícita de ser partidarios del comunismo. Una guerra justa para hundir al sistema capitalista puede venir del proletariado científico comunista pues él es quien provee los bienes materiales a la sociedad, como solución segura y definitiva.

 

A los colombianos los curtió la lucha social y la guerra civil haciéndose una adición a la que recurrentemente acuden  pero que no resuelve el fondo del problema: La lucha de clases no se muestra en todas sus dimensiones  y las masas campesinas y obreras son a lo más campo de cultivo de ideas reformadoras y acciones economicistas reivindicativas. Es una pelea que atrae buen palco y a la que muchos fanáticos concurren. Solo rumores de que se finiquitarán los choques  y la burguesía quiere sacarle ventaja a la situación aliada a los amos del norte y sus monopolios y transnacionales. También es cierto que los proletarios colombianos han madurado políticamente y puede ser esto el termómetro para acelerar un tratado de paz con la guerrilla y prolongar la estadía de la burguesía en el poder. El diálogo se volvió una rama seca en manos del gobierno y el capital está a punto de ser sepultado por la revolución social mundial.

 

Curtidos mucho más están los amos en el poder. Una capacidad inimaginable e inagotable en la maniobra y la traición desde tiempos coloniales y en el pueblo las experiencias más inverosímiles y los golpes más brutales recibidos en la historia. Por ello la paz hoy puede parecer un juego de niños relacionada con las cargas que soporta el abnegado trabajador colombiano. Un tratado de paz aliviaría estas laceraciones y cargas y crearía condiciones para futuras acciones revolucionarias de los oprimidos. Una esperanza real de liberación socio-económica para la mayoría desposeída. En el campo militar las FARC-EP han consolidado posiciones importantes fruto de objetivos y acciones concretas y es ahí donde las concesiones mutuas pueden garantizar el éxito de las negociaciones, reconocerse, para la actividad futura.

 

Los proletarios entenderán que con esta solución no estarían entrando en la nueva Jerusalén burguesa y que mejor ha llegado el momento de reanudar la acción por la sociedad comunista. Al firmarse la paz no se le pone freno, no se embrida la lucha de clases ni se castra ni se amputa la aspiración, la exigencia, la necesidad de tomar el poder por el proletariado para transitar la nueva sociedad. Superada la situación de guerra interna y las condiciones que originaron el conflicto la participación política del proletariado pasa a primer plano, a la orden de día con sus objetivos propios y sus reivindicaciones y tareas políticas sin sujeción a directrices foráneas y con la oportunidad a partir de ahora de ser responsable de la conducción revolucionaria de la política proletaria de masas.

 

Porque ¿quién puede a partir de ahí ser garante de “justicia” social? La burguesía sigue inconmovible exacerbando, espoleando, esquilmando, movida por la ganancia y el lucro. ¿Ilusiones? En vano pueden hacerse. Para cambiar el modo de producción y transformar la sociedad no basta este tipo de eventos puesto que siguen operando: trabajo asalariado y capital y consigo todas las instituciones burguesas y semifeudales que arrastra. Y este tipo de relaciones no escapan a nadie incluso entre “Estados” e individuos “revolucionarios”. No han podido ser suprimidas. Algo puede obtenerse con sellar la paz, reivindicaciones arrancadas por este medio a la burguesía como la permisividad de la libre explotación y empresa, una sociedad más liberal, dentro de este marco y en los límites de la libre competencia que puede embutirse en una constituyente afianzando el Estado Social de Derecho pudiendo volverlo reaccionario en el futuro; reformas. Un “Nuevo Estado” hoy, puede sonar bien pero pronto saldrán a escena todos cuantos viven en la pobreza, los desposeídos para cambiar lo existente, la actual distribución de la riqueza social y quedarán atrás entonces los conceptos de “inclusión” que hoy vuelan. En realidad son las contradicciones de clase las que imponen el ritmo y nivel de la confrontación, de la hostilidad  social.  Una cosa son las expresiones y consignas políticas revolucionarias de los oprimidos y otra el sentimentalismo profesional de articulistas de toda laya.

 

No son solo deseos románticos pequeñoburgueses, sin banderas de clase. En el marco del capitalismo las instituciones se orientan y obedecen la fundamentación económica, política e ideológica de la burguesía. Desviaciones en la observación del fenómeno social pueden ofrecer una visión errónea del objeto y su movimiento concluyendo en acciones inconsistentes, lejos de soluciones efectivas, sin que asomen por ningún flanco consignas socialistas al menos. Conceptos como “nación incluyente”, “resistencia campesina”, “construcción unitaria de paz” que pueden ser llamativas terminan relegadas en momentos efervescentes y de decisiones políticas generales. Pero claro está, a la postre sirven para medir la capacidad de los “revolucionarios” de trayectoria. Encendidos de la pasión especulativa de la ideología política pequeñoburguesa asumen en sus lomos la “causa de los humildes”; y otros, distraen con la distorsión de objetivos sociales el fondo del problema como cuando se mueven por el “territorio y la territorialidad” volcando la incertidumbre sobre la necesidad de derrocar a la burguesía.

 

Las tareas principales del proletariado no deben dejarse ensombrecer, opacar por bagatelas como una “segunda y definitiva  independencia”. Son traumas en la conducción política pues hoy son condiciones y situaciones diferentes en la realidad a las que el pensamiento bolivariano no alcanza cubrir; las cosas se mueven hoy en la existencia de burgueses y proletarios, beligerantes políticos los dos. Los unos, la burguesía por preservar el sistema en que explotan y todos sus privilegios y los otros por derrocarlos, por imponer la paz comunista que puede distar mucho de la que se firme entre el Estado colombiano y las FARC-EP.

 

Es tiempo de creer que los campesinos tienen pericia política y que igualmente es poder político lo que necesitan como los proletarios de la ciudad. Es hora de organizar destacamentos de proletarios y campesinos, instruirlos más teórica y políticamente, capacitarlos para el asalto final del poder.

 

Puede decirse que la burguesía se esté valiendo del conflicto para sacar partido en la contienda electoral según sea el tratamiento que le dé a la confrontación: las acciones de guerra o el diálogo y que puede surgir de la parodia hecha al suplantar las acciones revolucionarias del proletariado las que son de su competencia.

 

¡Los colombianos salen de la horrible noche y ya no son presa de pánico colectivo!

 

 

DIRECCION COLEGIADA GENERAL

PARTIDO COMUNISTA PROLETARIO

C+V+P.png
bottom of page