En Cartagena, Colombia, en medio de una ceremonia privada con encumbrados representantes de la burguesía nacional, del capital financiero internacional, de la socialdemocracia europea y latinoamericana representada por los gobiernos “progresistas” y la mayoría de gobiernos neoliberales de América Latina, con la bendición de la diplomacia papal y la del imperio yanqui se firmó el tratado de capitulación de las FARC-EP con el Estado colombiano interviniendo  Rodrigo Londoño Echeverry conocido con el alias de Timoleón Jiménez o “Timochenko” por FARC─EP y el presidente Santos por el Estado colombiano. La celebración se desarrolló con el uso consuetudinario de los actos propios de la burguesía triunfante, saludo a las huestes del régimen por la misión cumplida en la victoria sobre su adversario en armas, en la mañana y con solemnidad religiosa previa estilo virreinato colonial, después. El evento avanzó en medio de vítores de las gentes absortas en la euforia pacifista.

 

Se anuncia la asistencia de representantes de varios sectores sociales y clases, y del proletariado, su ausencia. El acto lo escenifica la parodia de abrir con una llave la gigante puerta que según el gobierno simbolizó la apertura al futuro y la puerta del mañana, acostumbradas alegorías de la burguesía. Hacen presencia en fila Ban Ki-moon, Raul Castro y Timoleón Jiménez y demás invitados como en el preludio de un partido de futbol. Las “Alabaoras de Bojayá” entonan un cantico en lamento a la tragedia del conflicto enrostrada a las FARC─EP y de felicitaciones a la valentía de Santos.

 

Se consuma la firma del desarme, del armisticio, la entrega de las armas desde las FARC─EP para reconciliarse con su enemigo, la burguesía y desde luego necesariamente tiene que reflejarse la contribución de guerra por parte de la pequeña burguesía. Todo un espectáculo diciente del júbilo de la reconciliación de clases y de la vuelta a la democracia burguesa de las FARC─EP en un capítulo de la historia de Colombia en la que el Estado burgués─terrateniente sale intacto, fortalecido, incólume y con todo su arsenal.

 

El arrepentimiento de creyente religioso de “Timochenko” renunciando a la violencia, tendiente a la reconciliación de clases, pidiendo perdón incluso a los verdugos del Estado y de las clases dominantes en Colombia trasgrede el límite de las responsabilidades en el conflicto metiendo en un mismo saco a todos. Ve el tratado de rendición y la entrega de armas como una victoria de la sociedad colombiana y echa flores al presidente Santos calificándolo de valiente y voluntarioso. Cree en la transformación estructural del campo, pero solo se postula la posibilidad de nuevas inversiones nacionales y transnacionales de capital y explotación de los recursos naturales. Entiende por cambios estructurales la presencia de cooperativas campesinas y empresas asociativas de trabajo. No hay reforma agraria, las mejores tierras siguen en poder de los terratenientes y proletaristas agroindustriales. La Apertura Democrática que clama queda reducida a la asignación de pírricas curules en el congreso sin poder real. Se ilusiona sin tener en cuenta el poder burgués y cree que el Estado renuncia a la violencia ejercida de antaño contra las masas oprimidas y ante una insurrección armada del proletariado en alianza con el campesinado.

 

Los más satisfechos con el armisticio son los banqueros, industriales, comerciantes y agroindustriales pues no les fueron tocados sus privilegios sino por el contrario están viendo este tratado como una oportunidad de inversiones y de acrecentar sus capitales, sin tanto miedo. Los grupos económicos apoyaron y rodearon a Santos en el tratado de capitulación de las FARC─EP. Pensar que sin el cambio del modo de producción se van a lograr mejoras en la situación social es una quimera propia de incautos o de gentes que se acomodan al status quo, como lo pueden hacer las FARC─EP. Los hechos, la práctica política, los pactos, y la actitud de reconciliarse con el Estado burgués─terrateniente es una prueba fehaciente de actuar pensando en conciliar proletarismo y comunismo de los dirigentes de las FARC─EP.

 

Según Santos el susto de los aviones de combate Kfir en pleno acto de firma “eran un saludo a la paz” pero fue más bien una provocación y un mensaje del poderío militar del Estado colombiano, del poder belicista y de intimidación contra quienes luchan por el poder, en la lucha de clases; “una segunda oportunidad sobre la tierra” sacada de “Cien años de soledad” borraría toda diferencia de clase

 

Recalcó Santos que el tratado de capitulación era según él una declaración del pueblo colombiano ante el mundo proscribiendo toda violencia como medio de lucha para defender las ideas y lógicamente los intereses de clase, con el ánimo de que se acepte resignadamente el estado de cosas de dominación política burgués─terrateniente. Ubicó la violencia como la generadora del atraso, la pobreza y la desigualdad, pero sin señalar explícitamente al Estado como el principal responsable y su modelo de desarrollo proletarista, como la causa esa sí de la pobreza y la desigualdad en Colombia. Aprovechó para exaltar a las fuerzas armadas a cuyos integrantes los llamó héroes, con honor, desconociendo su papel en la ejecución de las más atroces violaciones a los derechos humanos y la represión a sangre y fuego contra las masas trabajadoras y el pueblo pobre de Colombia. A las FARC─EP les dijo sin rubor que las había combatido y golpeado adjudicándoles nada más voluntad de ellas en la mesa de negociaciones, reconociendo a la vez que sin esa voluntad hubiese sido imposible llegar a este momento. Resaltó el regreso de los guerrilleros al camino de la sociedad y como jefe de Estado les dio la bienvenida a la democracia burguesa─terrateniente al cambiar las balas por votos y las armas por ideas en el “entendido del llamado de la historia”; como si ese fuere la única opción de los oprimidos en la sociedad burguesa. Dijo por último que había cesado la horrible noche y se abría el nuevo amanecer de la paz, mientras dejaba escurrir lágrimas de cocodrilo.